Estoy escribiendo sin escenas inventadas, sin personajes, con poca imaginación, y es porque quiero hablar de ella.
No sé si se da cuenta, si recibe mis miradas cuando sus ojos cruzan o si sólo me ve como al papel sobre su mesa; tal vez se ha fijado en mí, en mi cambio de voz a su lado, en la forma en que le sonrío o tal vez simplemente me ve pasar como a un niño jugando en la calle; en ocasiones se acerca, me habla, me roza o hasta abraza, ¿es ésa alguna señal? No puedo negar que cada vez que sucede algo así mis nervios se alteran, apenas puedo hablar, me tiemplan las rodillas y sudo como si estuviera en un sauna; ¿lo notará? y si lo nota ¿se burlará de mí? Una vez lejos de ella y con tiempo para calmarme, lo único que hago es pensarla.
Pienso mucho en olvidarme de ella y la tonta idea de que me tome la mano, me bese, me quiera. Lo pienso sobretodo porque siento que es la única solución, me alejo, ella me olvida o me omite como la poca cosa que soy y listo, no más dudas ni miradas tontas, ni risas nerviosas.
Hace unas horas, pensando en que olvidarla parecía ser la única solución, recordé una de esas viejas conversaciones de secundaria, cuando uno es de lo más infantil; mi amigo Nicolas, dos años y cuatro novias mayor que yo, me contó la historia de su más reciente conquista; él había reprobado Inglés por lo que presentó un examen adicional para pasar el curso, hubo tal pregunta de la que no entendía una palabra y la maestra dijo que podría usar diccionario traductor si tenía uno consigo, a lo que él respondió que necesitaba ir a su casillero por él, la maestra accedió y lo que él hizo fue pedir uno en otro salón; la historia termina en que aquel diccionario era de la chica que se convertiría en su novia, pero para que así sucediera él no dejó de hablarle hasta conquistarla. Me dijo, pues, que uno no sabe en qué va a terminar algo, un comentario, un encuentro en el colectivo, una sonrisa en el parque, un préstamo en la escuela. Uno puede guiar las cosas hasta ese momento en que se defina lo que alguien siente por ti.
Termino ésta, mi única nota en un diario que compré a principio del año, contando que me dirijo a su casa. La solución estuvo siempre cerca y no es una, sino la solución. No creo estar listo pero ¿quién si? o ¿cuándo se está? lo que sí creo es que no es imposible que ella me esté haciendo caso.