lunes, 15 de noviembre de 2010

Soledad entre la gente

Nunca me aseguré de si era hora de irme, salí muy temprano por la mañana (temprano guanajuatense, habrán sido las 7:30 am) y ni siquiera tomé mi bolsa, aquella con la que siempre salgo, definitivamente estaba distraido. No tenía muchas ganas de llegar a ningún lugar así que, dándome cuenta, mis pasos se alentaban a cada momento. A pesar de la hora, ví a un par de niños corriendo (corrían a la par, nadie perseguía a nadie), ambos usaban sólo shorts y playera (diré: de agodón) con tenis poco menos gastados que los míos, sólo uno de ellos llevaba calcetines, no se veían con prisa pero tampoco parecía que estuvieran jugando; también vi a un señor en bici, estaba detenido, con los pies en el piso pero aún así en la bici, recargado sobre el manubrio de su bici más bien verde (la bici, no el señor), hojeaba uno de los tabloides que se producen en esta ciudad que, como siempre, tenía un título algo folclórico con letras amarillas, el de aquella mañana decía: Palmera mata a jornalero (descarto todos los pensamientos que tuve pues no caben en los márgenes de este blog); muy cerca de la parada del camión que me llevaría a mi destino (o al menos, al destino cotidiano) estaba otro señor, éste tenía una expresión entre triste y enojado, atreviéndome a adivinar: no tenía ganas de seguir con su rutina, era jueves, estaba harto y cansado de lo mismo cada día, ya que me creí mi cuento me quedé pensando si eso era todos los días o sí (como a muchos) el fin de semana lo revitalizaba; después de mi análisis giré un poco la cabeza menos de 30° a la izquierda y muy cerca de la esquina estaba una mujer cuarentona con tres niños y una niña, ella era la más grande con unos 11 años, no más, mientras que los varones tenían mínimo 5 y no pasaban de los 8, las supuestas edades de los pequeños me hicieron dudar de que la señora que los acompañaba fuera madre o abuela de todos, además de que nunca habló con uno de ellos (el más joven, tal vez); a los demás les grito un par de veces por bajarse de la banqueta y en otras dos o tres ocasiones les limpió la cara con saliva y su propia mano; la mujer no parecía ansiosa por tomar el camión o un taxi, sólo etaban ahí parados, como si hubieran llegado a tiempo y alguien más fuera a encontrarse con ellos.

Esperé por un rato el camión pero luego pensé que no quería llegar al que en ese momento dejó de ser mi destino. Me senté en una banca donde ví cómo despertaba la ciudad; a diferencia de todo lo narrado hasta ahora, nada volvió a absorver mi atención, quedé absorto pensando en detalles de mi vida que omito en el relato, principalmente porque olvidaba uno justo cuando llegaba el siguiente pero el último que tuve se fue por una razón diferente. Una joven llamó mi atención, estaba del otro lado de la calle, y si quería conservar mi lugar (y no seguirla) y a la vez apreciarla debía poner atención, pues su camino, claramente, no era el mío. Su pose era algo visto pero aún así me atrajo, su andar, en cambio no lo recuerdo de ningún otro lado, era una mezcla de seguridad y desdén que no me inspiraba confianza, llevaba poca ropa, considerando que el viento soplaba bastante fuerte, una blusa nada espectacular (sé que era clara pero no recuerdo el color preciso), de esas que tienen mangas más cortas que las de los hombres, una palestina que no lo parecía por la manera en que la usaba, una falda apenas arriba de los tobillos y sandalias que no sabría describir, de cabello castaño y tez de un moreno muy claro, no me atrevo a sugerir una edad ("una joven" es lo mas que pude hacer); nunca me volteó a ver y fue entonces (una vez que mi vista la perdió) que me quedé pensando por qué llegué ahí aquel día, divagando, dudando, sin ganas de ir o de regresar, solo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Grande entre los grandes

He de mencionar que nunca he sido muy bueno escribiendo (dirán: "¿entonces qué hago aquí, leyendo a éste, que no es muy bueno escribiendo?), pero espero poder transmitir algunos mensajes que esta vida me ha dado y otros tantos que le he arrebatado.
Este primer "escritito" va con dedicatoria a dos personas grandes entre los grandes que me han hecho parte de lo que ahora soy (y de lo que no soy también). Al primero que quiero mencionar es un ente (humano, en su mayoría) que vaga por estos mismos confines del universo cibernético, alguien muy cercano a mí, culpable de que, siendo las 2:15 am. esté escribiendo en un blog, así como culpable es de que viva donde vivo, coma lo que como y, muchas veces, diga lo que digo. Tal vez no merece la pena que mencione su nombre o apodo (así que no lo haré) pero no porque sea poca persona sino porque no lo necesitarán para conocerlo o reconocerlo. Él (sí, es un "él") me ha dado mucho de lo que tengo y no quiero que vea este blog como una vil imitación de algo que él ha realizado, simplemente ha sido un hermano para mí y no he logrado dejar de seguir su ejemplo, me ha construído y reconstruído durante más de un año; él me enseñó que el agua con la que rellenan garrafones por al rederor de $10 es más dulce que la "de marca", me enseñó que cada día de cada persona tiene al menos un momento "basado" en los Simpsons, juntos aprendimos que lo peor de la borrachera (borrachera es una palabra muy ochentera ¿no?) no es vomitar o la cama-loca sino el ecritorio-loco, nos esmeramos por darle un apodo a cada persona del lugar en el que estamos y descubrimos que es más fácil de lo que pensamos. Con él la vida no es trivial pero siempre he dicho (bueno, siempre desde que conozco Darkness de Los Pericos): "la vida es fácil cuando es aburrida".
Dejándome de cursilerias y homenajes pre mortem, ahora hago una reverencia y un grito de south american rocker (mientras escribo, ¿¡qué hubo!? ¿impresionados?) como ofrenda al gran "Rockdrigo" González, un maestro del rock, la cultura, el folkore, la vida y, seguramente también ahora de la muerte. Me llena de sentimiento pensar que no tuve la oportunidad de conocerle sobre el escenario o al menos en una retransmisión barata de televisión abierta después de un mes de alguno de sus tokines. Sé que es estúpido, en comparación a su grandeza, decir que gracias a él estos escritos y este bloggero somos Garbanzos Matemáticos (referencia: Tiempo de híbridos - Rodrigo González); sé también que el hecho de que su hija (la de las Anarco-no-sé-qué) le ha fallado gravemente a su apellido ni siquiera debería ser escrito, pues otros lo han hecho ya; decir que me ha marcado con sus canciones y la mezcla cultural que expresa pasan a n-ésimo término pero quiero que quede en el bien claro el enorme respeto y aprecio que le tengo a aquel que no conocí pero que su voz, más grave que aguda, su guitarra y su armónica le regalaron a este país un género musical fascinante, así como la cultura rupestre que si no ha muerto ni se ha transformado más es porque Dios es grande.
Vivan ese arcoiris sideral que nos regala la vida para vivir en este tiempo de híbridos.