Unos rítmicos golpes en la puerta me sacaron del infantil sueño en que te volvía a ver; me había quedado dormido en el viejo sillón que desentona con el amarillo de las paredes de este cuartito de soltero que, desde hace dos años ha sido sala, cocina, comedor, estudio y dormitorio; ingenuamente, atrapado por mi subconsciente pensaba que al abrir la puerta serías tú, aún cuando no conoces este domicilio. Al ver a los dos vendedores que pasan por el callejón cada tres días con una canasta llena de un pan dulce al que no me había negado nunca antes (más por una afición y la comodidad de la entrega a domicilio que por la calidad del pan), salí de ese trance que me hacía pensar en ti y casi balbuceando rechacé su ofrecimiento y cerré la puerta tras de mí con un nudo en la garganta y esa sensación en la boca del estómago similar a la que me dejan los juegos mecánicos. Volví al sillón sin poder sacarte de mi mente...
Dos años sin vivir bajo el mismo techo, sin recibirte después del trabajo, sin consolarte por las malas pasadas de compañeros y burócratas, sin darte masajes en los píes ni esperar la sopa o té que me dabas para el resfriado; dos años sin saborear el sazón de tu comida, sin escuchar los tacones en el piso de arriba ni percibir el olor de tu perfumen.
Dos años es el tiempo que me ha tomado empezar a asimilar que estamos lejos, cuenta que continúa sin que sepa cuándo he madurado lo suficiente para no tener sueños como el de esa tarde. Un día me parece maravilloso que estés cumpliendo el sueño de ser la mejor en lo que haces y que estés haciendo felices a tantos con tu cátedra y experiencia, pero justo al día siguiente pienso que soy yo más que nadie quien necesita esas cátedras, esas anécdotas que me ayuden a tomar mis decisiones, que me empujen para seguir con la cabeza en alto como sólo a ti te he visto andar.
Sé que aunque lejos, sigues aquí. Sé que me apoyas en cada paso que doy y me mantienes al tanto de los que tu das pero no niego que desde hace tiempo que extraño tus abrazos.
La oscuridad de la noche llegó desde hace varias horas en este mismo cuartito/sala/cocina, dormiré esperando ese mismo sueño pues a veces prefiero la belleza de mi fantasía que la tristeza de la realidad.